VEHÍCULOS ELÉCTRICOS: Para reducir la dependencia del petróleo.

EL TRANSPORTE DEPENDE UN 95% DEL PETRÓLEO

El sector del transporte, que ha posibilitado un siglo de desarrollo social y económico – favoreciendo el movimiento de personas, mercancías y servicios-, depende en un 95% de los combustibles líquidos derivados del petróleo. Ningún otro sector depende tan intensivamente de una única fuente de energía primaria.


Las circunstancias que han propiciado la evolución del sector han ido evolucionando en el tiempo. Hace un siglo el petróleo constituía un recurso abundante y barato, y la mayor parte de la sociedad permanecía ajena a las consecuencias negativas de su uso. En la actualidad, el cambio climático inducido por el hombre,
el deterioro de la calidad del aire de las ciudades, la destrucción de los ecosistemas básicos para la vida del planeta y las continuas pugnas políticas por unas reservas de petróleo cada vez más reducidas y más caras conforman el telón de fondo del sistema energético global.
Actualmente, cerca de la mitad de las extracciones de petróleo se destinan a la producción de carburantes líquidos para el transporte, una cantidad que no deja de aumentar. La automoción representa aproximadamente las tres cuartas partes de la demanda total de energía primaria dentro del sector, mientras que el resto se reparte a partes iguales entre la aviación y el transporte marítimo. No resulta exagerado afirmar que el petróleo y el sector del transporte están inextricablemente conectados entre sí.
Pero si queremos tener la oportunidad de revertir los impactos negativos que está ocasionando el sistema de transporte actual (y futuro), debemos tratar de poner fin a esa relación para dar paso a un paradigma del modelo de movilidad en que el transporte sea más eficiente y compatible con un futuro energético renovable y sostenible.

Diversificación y seguridad energética

La seguridad energética es un tema que figura con frecuencia en el debate político, particularmente entre las economías más desarrolladas y poderosas del mundo. Durante el siglo XX y en los primeros años del presente milenio, el acceso a las reservas de petróleo ha sido una fuente incensante de conflictos militares y políticos.
Un elemento clave para garantizar la seguridad energética es diversificar las fuentes de suministro. Sin embargo, las reservas de petróleo existentes están concentradas en unos pocos países (más de las tres cuartas partes de las reservas actuales se concentran en once países de la OPEC), lo cual supone una importante barrera a la seguridad de suministro. Por otro lado, y exceptuando a Rusia, las mayores naciones consumidoras –EE.UU., UE, China, Japón e India- son grandes importadores netos. Esta circunstancia geográfica desata fuertes tensiones geopolíticas.


Por otro lado, las empresas petrolíferas internacionales también están viendo amenazada su prosperidad futura al no tener un acceso tan libre a estas reservas de crudo, concentradas en manos de unos pocos y en unos países donde en los últimos tiempos están resurgiendo fuertes nacionalismos.
Tanto las economías mundiales como las grandes empresas petrolíferas internacionales deben hacer frente a la crisis del petróleo que se avecina. Una crisis que se está reflejando en los elevados precios del crudo en los mercados internacionales –que alcanzaron el record de los 100 $ por barril en 2007-, mientras que la disminución de las fuentes convencionales de suministro y los cuellos de botella que presenta la infraestructura actual se muestran incapaces de satisfacer la creciente demanda de los servicios del transporte.
Ante esta situación, los gobiernos y las empresas petrolíferas se están viendo forzadas a encontrar sustitutos al crudo, los denominados “combustibles fósiles no convencionales”. Sin embargo, muchos de estos sustitutos hacia los que gran parte de los gobiernos y empresas petrolíferas están concentrando su atención, tienen unos impactos ambientales mucho peores que los que presenta el consumo de crudo convencional (tal es el caso de la obtención de hidrocarburos líquidos a partir de carbón, gas natural o arenas bituminosas).

El desafío del cambio climático

El cambio climático es uno de los mayores desafíos a los que se enfrenta hoy el planeta. En 2005, la temperatura media global era 0,74 ºC mayor que hacía un siglo. Los científicos atribuyen el aumento de la temperatura del planeta a las concentraciones excesivas de gases de efecto invernadero en la atmósfera (GEI), causadas por la dependencia económica mundial de los combustibles fósiles. Cada vez está más reconocido que el aumento medio de las temperaturas globales deben permanecer por debajo de los 2 ºC en comparación con los niveles preindustriales. La elección de este límite se debe a los riesgos extremos que generaría sobre la población un aumento de más de 2 ºC, en particular la combinación de amenazas tales como enfermedades, inundaciones costeras y escasez de agua y alimentos.
Con el fin de evitar los peores impactos del cambio climático, la economía mundial debe reducir lo más pronto posible las emisiones de dióxido de carbono (CO2), el principal GEI, y encaminarse hacia la sostenibilidad. Dentro del sector eléctrico –la mayor fuente actual de emisiones de CO2- existe una amplia gama de soluciones sostenibles, muchas de las cuales irán siendo cada vez más competitivas a medida que las políticas de cambio climático penalizan las emisiones.
Mientras tanto, el sector del transporte –responsable actualmente de la cuarta parte de las emisiones mundiales de GEI asociadas al consumo de energía- parece destinado a seguir aumentando sus emisiones, de continuar manteniendo la insostenibilidad del modelo de transporte actual y apostando por alternativas menos limpias y eficientes.

El momento del cambio

Solucionar el problema de la movilidad implica necesariamente eliminar la necesidad de realizar viajes innecesarios con un sistema de planificación urbana más inteligente, introducir cambios en los comportamientos individuales, y sustituir el uso del vehículo privado por unos sistemas de transporte público eficientes y de calidad.
Por otro lado, la disminución del tamaño y el peso de los nuevos vehículos, la introducción de mejoras aerodinámicas y componentes auxiliares eficientes, la hibridación simple, pueden ayudarnos a mejorar la eficiencia de los vehículos.
Sin embargo, ninguna de estas medidas nos ayuda a reducir la dependencia del transporte motorizado de los carburantes líquidos de origen fósil. Esto se debe a que los vehículos actuales siguen dependiendo de una tecnología (el motor de combustión interna acoplado a un sistema de tracción mecánica) obsoleta eineficiente a la hora de transformar la energía química almacenada en el combustible en kilómetros.
Es necesario que se acelere la comercialización de vehículos que puedan alimentarse con distintas fuentes de energía primaria, y que sean altamente eficientes y compatibles con un futuro energético renovable y sostenible. La electrificación del sector del automóvil ofrece una prometedora vía de alcanzar este objetivo.
Los vehículos eléctricos son muy eficientes desde el punto de vista energético
La tecnología de los vehículos que se conectan a la red – esto es, vehículos que realizan la totalidad o parte de cada viaje alimentados con energía eléctrica tomada directamente de la red de distribución – se encuentra ya disponible comercialmente. Los vehículos eléctricos y los vehículos híbridos con conexión a la red (BEVs y PHEVs, respectivamente, del inglés Battery Electric Vehicles (BEVs) y Plugg-in Hybrid Electric Vehicles (PHEVs).), que pueden pueden complementarse con agrocombustibles sostenibles, pueden contribuir a reducir drásticamente la dependencia del petróleo en el sector de la automoción de una manera altamente eficiente y sostenible.
Por supuesto, los vehículos eléctricos también siguen necesitando energía, una energía que hoy procede principalmente de los combustibles fósiles. Sin embargo, los sistemas de tracción eléctrica son hasta cuatro veces más eficientes que sus homólogos convencionales mecánicos. Esto significa que los vehículos eléctricos consumen mucha menos energía primaria por kilómetro recorrido, de manera que incluso con el mix energético actual dominado por los combustibles fósiles, los vehículos eléctricos pueden proporcionar una reducción absoluta de GEI. Además, los vehículos eléctricos contribuyen a mejorar la calidad del aire y a reducir los niveles de ruido en el ámbito urbano.

Electricidad versus derivados del petróleo

Independientemente de que la energía originaria sea petróleo, gas natural, carbón o biomasa, los vehículos eléctricos emiten muchas menos emisiones de GEI por kilómetro


recorrido que sus rivales mecánicos convencionales. A modo de ejemplo, a igualdad de emisiones de CO2 en todo el ciclo de vida del combustible, una central eléctrica de carbón actualmente proporciona hasta tres veces más kilómetros recorridos que una central CTL. Por lo tanto, no existe ningún argumento racional que justifique la existencia de programas CTL sobre la base de motivos de seguridad climática o energética.
Los vehículos eléctricos serán cada vez más limpios
El sector eléctrico será cada vez menos intensivo en carbono a medida que las políticas de cambio climático sigan penalizando el CO2 procedentes de grandes fuentes fijas de emisión. Las tecnologías basadas en energías renovables - eólica, solar térmica, solar fotovoltaica, geotérmica, hidroeléctrica, marina, mareomotriz – irán siendo cada vez más competitivas, y es de esperar que constituyan la mayor proporción de nuestro mix eléctrico dentro de unas décadas. Pero a partir de estas tecnologías no es posible obtener hidrocarburos líquidos tales como el diesel o la gasolina. Sólo los vehículos que sean capaces de alimentarse con electricidad de la red podrán beneficiarse de un sector eléctrico con menos CO2.

¿Por qué los vehículos eléctricos son el transporte del futuro?

Los vehículos eléctricos no son algo nuevo. Ya en el año 1900, las ventas de vehículos eléctricos superaban a sus competidores de gasolina. Sin embargo, los criterios de decisión en aquellos días eran muy diferentes a los que hay hoy: el petróleo era barato y abundante, y los costes externos asociados a su uso eran en gran medida invisibles o prácticamente desconocidos por la sociedad. Así, el vehículo con motor de combustión interna pasó a ser la tecnología dominante, ya que era menos costoso y no tenía las limitaciones de los vehículos eléctricos (capacidad de almacenamiento y tiempos de recarga).
Hoy, sin embargo, las reservas de petróleo son escasas, se encuentran concentradas en unos pocos países del mundo, y los efectos del cambio climático ya están llamando a nuestra puerta. Los graves riesgos que plantea el problema del cambio climático exigen que descarbonicemos nuestra economía lo más rápido posible, por lo que no puede encontrarse una respuesta al problema en soluciones no convencionales que sean altamente intensivas en energía.
En los últimos años, el coste y el rendimiento de las baterías más avanzadas han mejorado espectacularmente. Los vehículos híbridos con conexión a la red (PHEVs) pueden superar las limitaciones actualmente percibidas que dificultan una mayor aceptación de los vehículos eléctricos por parte del mercado. Se trata de una tecnologíaque ya está demostrada y disponible comercialmente, y que no necesita mucha más infraestructura de la que ya hay.
Los BEVs y PHEVs, complementados con agrocombustibles de origen sostenible, son compatibles con un futuro en el que todos nuestros servicios energéticos procedan de fuentes sostenibles de origen renovable. Y dado que los vehículos eléctricos son mucho más eficientes que los vehículos convencionales a la hora de transformar la energía almacenada en kilómetros, la demanda global de energía - y las emisiones de CO2 – conseguirán verse reducidos, ayudándonos de este modo a combatir el cambio climático.
Políticas integradas a favor de las nuevas tecnologías
Por definición, cambios de este tipo exigen que se produzca una transformación radical en toda la situación actual. Y lo que no podemos hacer es seguir dependiendo, o incluso apoyando, soluciones que nos sigan manteniendo atados a la necesidad de utilizar hidrocarburos líquidos en el transporte. Serán necesarias, por lo tanto, políticas más decididas que derriben las barreras del mercado a las tecnologías superiores, y que eliminen las subvenciones (ocultas y declaradas) que siguen perpetuando el actual paradigma de los combustibles líquidos. Y también que estas políticas internalicen debidamente todas las externalidades y se asignen las responsabilidades correspondientes a cada uno de los agentes involucrados.
• Los fabricantes tienen que mejorar la eficiencia de sus vehículos
Al igual que ocurre con los electrodomésticos y otros equipos consumidores de energía, los fabricantes de vehículos deben asumir su responsabilidad y mejorar progresivamente la eficiencia de los productos que ponen en el mercado. Las medidas utilizadas tradicionalmente para cuantificar el consumo de los combustibles líquidos (litros) o de las propias emisiones de CO2, presuponen que los vehículos deben consumir necesariamente hidrocarburos.
Para evitar que se sigan levantando obstáculos a la comercialización de tecnologías superiores, los estándares de eficiencia de los vehículos deberían venir expresados en unidades de energía consumida según la distancia recorrida [por ejemplo en kilovatios hora por kilómetro (kWh/km)], e irse haciendo cada vez más restrictivos en el tiempo.


CONCLUSIONES

Con 800 millones de vehículos en todo el mundo, una cifra que puede duplicarse en el año 2030, no podemos seguir haciendo caso omiso a la fuerte dependencia que tiene el transporte motorizado hacia los combustibles líquidos derivados del petróleo. Si no, nos veremos forzados a afrontar retos adicionales a los ya existentes: una mayor presión por parte de los gobiernos para realizar exploraciones petrolíferas en zonas de alto valor ecológico, la producción masiva de sustitutos del petróleo a partir de recursos fósiles no convencionales con mayor impacto ambiental (como las arenas bituminosas o el carbón), el aumento de los conflictos políticos y el abuso de los derechos humanos, y el rápido crecimiento de las emisiones de CO2 emanadas por los tubos de escape de un parque de automóviles cada vez más numeroso.
Los vehículos eléctricos –que permiten realizar la totalidad o parte del cada viaje mediante energía eléctrica tomada directamente de la red de distribución- son una tecnología que ya existe y que tenemos disponible comercialmente. Los vehículos eléctricos (BEVs) y los vehículos híbridos con toma de conexión a la red (PHEVs), pueden reducir drásticamente la dependencia del petróleo dentro del sector de la automoción de un modo eficiente y sostenible. Esta mayor eficiencia se deriva del mejoraprovechamiento de la energía en los vehículos con propulsión eléctrica que en los vehículos de tracción mecánica convencionales, independientemente de la fuente de energía primaria que se utilice para generar electricidad. No existe ningún argumento racional que justifique el despilfarro energético que se produce en los procesos altamente intensivos en carbono utilizados para obtener combustibles fósiles no convencionales a partir del carbón, el gas natural o de las arenas bituminosas.
Pero la electrificación del sector de la automoción, por sí solo, no va a conseguir un sistema de transporte más sostenible desde el punto de vista medioambiental y económico. Para ello, es necesario considerar paralelamente otras medidas que incidan de lleno sobre la demanda del transporte, como una planificación territorial más racional, el cambio modal de la carretera al ferrocarril para el tránsito de personas, o el mayor uso de las tecnologías de telecomunicaciones y del coche compartido, cuya contribución es absolutamente imprescindible y necesaria para lograr este cambio.
No obstante, es probable que el transporte por carretera siga desempeñando un papel fundamental en la prestación de los servicios básicos de movilidad que sustentan el desarrollo económico y social. En este sentido, la electrificación del parque automovilístico puede facilitar la necesaria transición hacia un paradigma del transporte, que sea al mismo tiempo altamente eficiente y compatible con un futuro energético renovable y sostenible.

Referencias: WWF for a living planet

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1 comentario:

  1. Pienso que es muy bueno comenzar prontamente un cambio en la fuente de energía de nuestro parque automotriz, pero claramente esto debe ir acompañado de políticas adecuadas que le permitan a la gente pensar en lo positivo de adquirir un vehículo eléctrico o híbrido. Actualmente los escasos modelos que tienen este tipo de tecnología no tienen ningún tipo de incentivo, es más pagan un costo mucho más alto que los demás, su sello verde tampoco es diferenciado para la maravillosa tecnología con la que cuentan, lo que desincentiva su adquisición. Espero que el cambio de mentalidad propicie que más personas se decidan a obtener un vehículo eléctrico o hibrido. Hoy por lo menos se debate más acerca del tema. El gobierno está abierto al diálogo sobre modificar las actuales políticas sobre el transporte del país."Nuestro interés como gobierno y como Ministerio de Medio Ambiente es que esta tecnología limpia y amigable con el medio ambiente, que además no emite ruido, pueda penetrar y pueda ser usada, y esté a disposición de todos nosotros, para que pueda mejorar nuestra calidad de vida”, declaró María Ignacia Benítez Ministra de la cartera.
    Ahora, no sólo se deben propiciar desde la política sino también de mejoras en la misma tecnología, ya que hasta ahora la autonomía de ese tipo de vehículos tampoco es lo suficientemente confiable. “La gente no confiará en los vehículos eléctricos hasta que pueda salir de la ciudad y regresar a ella con confianza, y si el viaje es aún más largo, es indispensable que el proceso de carga sea virtualmente instantáneo. A nadie le gustaría tener que esperar una hora o más con el coche conectado a un cargador trifásico, y los puestos automatizados de cambio de baterías, aunque interesantes, suponen un desafío a nivel de infraestructura”, opinó Alberto Ballestin.
    Los científicos tendrán que hacer lo propio para lograr que este tipo de tecnología sea un producto cada vez más trascendente, eficiente y accesible para el hombre.
    Finalmente, sólo queda esperar y tratar de provocar cambios en la conducta. Todos podemos partir desde nuestro hogar, fomentando el uso de energías renovables y otras acciones que motiven el cuidado al medio ambiente. Cada grano de arena hace la diferencia hacia un futuro mejor.

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